Por Vivi Flores
Cuando mis dos hijos estaban muy pequeños, noté que casi no tenía tiempo ¡para nada! No bien había terminado de poner al más pequeño de meses a dormir la siesta luego de amamantarlo, cuando el de 3 años quería que jugáramos en el suelo. Luego de jugar con mi niño, el bebé despertaba de la siesta y era la hora de cambiarle el pañal para después distraerlo un rato mientras que el mayor demandaba algún otro juego o merienda. Días y noches largos, alimentando, cambiando pañales, limpiando desastres, cantando canciones de cuna, consolando, añadían más a mi cansancio.
Al terminar el día cuando al fin creía que ya había encontrado un tiempo para mí, me encontraba con la pila de ropa que había que lavar, cocinar para el siguiente día, hacer las compras del supermercado o atender a mi esposo, que dicho sea de paso es un marido que siempre me ayudó con los niños desde que nacieron. Doy siempre gracias a Dios por su vida. A pesar de todo su apoyo, siempre había cosas que sólo me correspondía hacer a mí, así que sentía que las 24 horas que tenía, realmente no me alcanzaban para nada, no me alcanzaban para “mis cosas”.
Servir a mi familia ha sido un gozo y un reto a la vez. He aprendido a morir y a servir. Me explico, amar de verdad implica entregarnos sacrificialmente, lo cual se traduce en poner nuestro yo y nuestro egoísmo al lado. Uno muere mientras vive para el otro por un periodo de tiempo que, mientras se experimenta, puede sentirse eterno. Pero a medida que pasan los años se sentirá como que volaron ¡sin darnos cuenta! Y que se nos fueron como agua entre los dedos.
Alguien dijo una vez que “los días son largos, pero los años son cortos”. Por eso hay que disfrutarlos sin quejarnos, junto con todo lo que demande nuestra atención en el rol que se nos ha encomendado como esposas y madres. Después de todo, y me lo repito constantemente, llegarán los años en los que ya no estén cerca, extrañando tenerlos nuevamente en nuestros brazos. Pero si les servimos con amor, quedará siempre la certeza de que fueron años bien invertidos.
El apóstol Pablo siempre modelándonos verdadera entrega y sacrificio nos recuerda el sentir que debemos procurar todas mientras nos encargamos con amor a cuidar de los nuestros. En Gálatas 2:20 (NVI) dice: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.”
La fe en Jesús nos ayuda en todas las áreas de nuestras vidas, aún en las cosas que nos puedan parecer más arduas. Jesús se entregó totalmente por nosotros con el fin de acercarnos a Dios, él dio su vida entera.
Mi oración para ti mi querida MUJER VIRTUOSA no importando en qué punto de tu vida te encuentres, es que continúes dando todo por los tuyos sacrificialmente, con la convicción de que al hacerlo de corazón y confiando en Dios, Él seguirá fortaleciendo y capacitándote para la tarea. Aunque a veces parezca que tengas que aplazar “tus” planes por un período, descansa en saber que Dios te ayudará a redimir ese bien invertido tiempo en la vida de tus hijos. Confía en que Dios en su tiempo perfecto permitirá que los lleves a cabo, si es su voluntad.
Que el amor sacrificial que siembres día a día en el servicio a tu familia te haga regocijar por la gran cosecha de frutos eternos que producirá. Todo esto con la garantía de que, si lo haces como para Dios, ¡nunca será en vano!