Por: Vivi Flores
Cada año se hace la invitación y la emoción de celebrar la Navidad se acrecienta a medida que pasan las semanas que nos acercan a la tan esperada época de villancicos, rica comida, buena compañía y sobre todo el deseo de estar en familia. Hace dos mil años que el Salvador del mundo descendió del cielo y si aquel acontecimiento no hubiera sido tan trascendental, el mundo no hubiera podido abrazar la esperanza de la vida eterna.
“Venid y adoremos” – canta el coro- “a Cristo el Señor” Esto me motiva a pensar en ¿qué es adorar a fin de cuentas?
Todos somos propensos a dar nuestra devoción a ciertas cosas o personas en particular. El dar nuestra devoción y entrega absoluta a algo o a alguien es adoración. La adoración significa “postración”. Un ejemplo práctico, ocurre en los estadios de fútbol, cuando expresiones eufóricas de los hinchas emocionados y profundamente convencidos de que su equipo es el ganador, levantan las manos, saltan y gritan desenfrenadamente cuando se anota un gol y además nunca faltan a ningún encuentro, ¡no se lo perderían!
Los seres humanos hemos sido creados para adorar, el objeto de nuestra devoción es lo que adoramos, es ante lo cual, consciente o inconscientemente, nos rendimos.
Veamos lo que nos enseña sobre este tema, Juan 4:20-24 de Jesús y la Mujer Samaritana:
20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
En su encuentro con Jesús, la mujer de Samaria, luego de que Jesús le confronta con su pecado, ella ahora le argumentaba acerca de “dónde” sus ancestros habían adorado, refiriéndose al monte Gerizim, cerca de la ciudad de Siquem, en donde los samaritanos solían adorar. Los samaritanos creían que Moisés había establecido un altar en el monte Gerizim, el “monte de la bendición”- ésta era su justificación para el sistema de adoración en esa montaña.
Al traer este tema a colación, pareciera que, con su respuesta, ella está evadiendo el asunto de su pecado al ser confrontada por Jesús para salvarla. Si ella quiso establecer un argumento aquí, Jesús no mordió el anzuelo. Jesús estaba más interesado en ganar un alma que en ganar un argumento.
Además, Jesús había prometido que pronto ya no habría un lugar de adoración. Dios simbólicamente moraba en el templo de Jerusalén. Todo el simbolismo del templo apuntaba al Hijo de Dios. Dios había restringido los sacrificios de los israelitas al templo porque los sacrificios allí simbolizaban y anunciaban el sacrificio de Jesús en la cruz, la cual sería la única forma para tener compañerismo con Dios. Como Jesús anunció, ningún templo quedaría en Jerusalén (Mateo 24:2).
El templo de Dios está en los corazones de aquellos en los que mora el Espíritu Santo (1 Corintios 3:16). La ubicación de donde se hace la adoración no es tan importante como la actitud del adorador. Esto nos demuestra que a Jesús le interesa de nosotros, no es el lugar físico sino el espiritual. A Jesús le interesa ser adorado en nuestros corazones siempre, no solamente en diciembre sino todos los días del año.
Y tú mi querida Mujer Virtuosa, ahora que sabes lo que es adorar ¿estás ya lista para invitar a otros a adorar a Jesús en esta Navidad? ¿Tienes las canciones que exaltarán el gran amor de Dios? Y lo más importante, ¿es tu propio corazón el mejor lugar de adoración diario al Mesías prometido?
Te dejo con estas palabras en el evangelio de Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
¡Venid y adorémosle!