Sed saciada

“Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida. (Juan 4:10).

Por: Vivi Flores

¿Quien no quiere consumir un producto que nunca se agote, cuyas características jamás se vuelvan obsoletas, sino que se modernicen constantemente? 

La tecnología obliga a que la gente constantemente tenga que “actualizar” sus aparatos para estar en lo último y poder ser compatibles con las nuevas aplicaciones. Como consumidores siempre queremos lo último de la moda.  Pero por más que las compañías se esfuercen en sacar lo más novedoso al mercado, lo cierto es que los productos sólo gozarán de un periodo de vida útil  y luego del cual serán reemplazados por otros más atractivos y mejores. 

Gracias a Dios que esto no ocurre con lo que Dios ofrece. La Biblia enseña en Santiago 1:17 que Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.”   Como todo buen regalo, todo lo que Dios nos da es perfecto. 

En su encuentro con la Samaritana, ante el asombro de ella a él pedirle agua para beber, Jesús le responde, “Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida. (Juan 4:10).  Lo que Jesús está tratando de decirle a ella es que, si ella le conociera a Él, que es el más perfecto regalo que Dios haya podido dar al mundo, entonces ella le habría pedido el regalo de la salvación, que es eterna y que solo un Dios eterno y perfecto puede dar. Él dio lo mejor del cielo, a Jesús, a todo aquel que lo quiera conocer. 

Así es todo lo que Dios nos ofrece ¡a diario! Sus misericordias se renuevan día con día y las fuerzas que Él nos da son multiplicadas a los que hemos creído en Él (Isaías 40).  Asimismo, a todos los que Él ha perdonado de sus pecados y sanado de sus dolencias, Él hace que se rejuvenezcan como las águilas (Salmos 103). Él ocasiona toda esta renovación que va en aumento hasta el día en que nos encontremos con Él cara a cara y seamos perfectos como Él.  En aquel día, ya no estaremos sujetos a este cuerpo mortal, finito, débil, sino que seremos totalmente mudados en hombres y mujeres completos, sin mancha, sin enfermedad, sin dolor, sin depresión ni ansiedad, estaremos totalmente llenos de un gozo y una paz que este mundo solo ha saboreado cuando Jesús vino a la tierra a ofrecerla a todo aquel dispuesto a creerle y conocerle. 

Un comentarista bíblico escribe acerca del agua viva lo siguiente: “En tiempos antiguos, al agua de manantial le llamaban agua viva porque parecía estar “viva” al salir de la tierra haciendo burbujas. Aparentemente pareciera que Jesús se está refiriendo a un manantial cercano, pero Jesús hace un juego de palabras con la frase “agua viva” porque se está refiriendo al agua espiritual que satisface nuestra sed espiritual y da vida.”

Amada Mujer Virtuosa, esta es una amorosa invitación para atrevernos a venir a la fuente de agua viva, a Jesús, a fin de que toda sed que estés experimentando sea saciada sólo por Él una y otra vez.  Que tu oración sea, como la de la Samaritana, “Señor, DAME esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla”. Ella lo deseó, lo pidió y Jesús se lo concedió. El quiere hacer lo mismo contigo.

La historia de ella nos dice que, una vez saciada su sed espiritual, ella corrió por su aldea para que las demás personas también lo experimentaran. ¿Harás tú lo mismo?

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