Por: Vivi Flores
El otro día fui a arreglarme el cabello con una preciosa mujer de Dios supremamente talentosa. Tinturó mi cabello, lo cortó, le hizo un tratamiento de hidratación, lo secó, cepilló, y hasta fotos me tomó. La determinación con la que ella decidió arreglar mi muy maltratado cabello, fue lo que me hizo el día. Ella se propuso no solo hacerme lucir bien sino hacerme sentir bien. En nuestra conversación me compartió como en su país un grupo de mujeres servían a otras en su comunidad dándoles servicios gratuitos de belleza, ¡qué entrega, qué amor, qué desprendimiento del yo por el prójimo! Sus talentos dados al servicio de otros.
Todos tenemos algo que aportar a la sociedad, llámese talentos, habilidades, destrezas, y aún recursos. No existe tal cosa como: no tengo nada para ofrecer a mi mundo. Dios nos hizo a su imagen y semejanza y a pesar de vivir en este mundo sufriente, todos podemos colaborar con lo que somos y tenemos, si nos disponemos.
En el pasaje de la alimentación de los 5,000 vemos este principio en acción. Jesús siempre está enseñándonos a ir más allá de la necesidad, a dar más de lo que se espera y a movilizar a la gente a contribuir con lo que tiene en las manos. Veamos lo que dice el pasaje:
Juan 6: 5-13 “Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? 6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. 7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? 10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones. 11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. 12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. 13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.”
La respuesta de Felipe revela su dependencia en lo natural, lo cotidiano, lo que podemos producir en nuestras fuerzas. El hace bien los cálculos para comprobarle a Jesús que no era posible ni con el salario de varios meses de trabajo. Por otro lado, Andrés el hermano de Pedro, explora a su alrededor y encuentra a este niño con 5 panes y 2 peces, Andrés ve la oportunidad… aunque con duda …¿qué es esto para tantos?. Pero el niño entrega todo lo que tiene en las manos, la Escritura no habla de que el niño dudó o se rehusó a dar, ni que se pusiera a debatir con Andrés, simplemente soltó su recurso, su provisión. No en vano Jesús en otro pasaje nos insta a ser como niños, porque de los tales es el Reino de los cielos.
Amiga que estas pasando quizás por un tiempo en donde las matemáticas no te suman ni mucho menos te multiplican nada, quizás has intentado todo en tus fuerzas y aún te preguntas: pero ¿qué esto para tanto que aún me falta por lograr para mi familia, para mi vida personal, para mis hijos? Te animo a mirar a Jesús y al ejemplo de este niño, te animo para que hoy seas como él. Entrega todo en una oración sencilla y dile al Señor: Señor parece que lo que tengo no es suficiente, no me alcanza para “alimentar a todos”, pero Tú eres suficiente, te entrego mi todo”. Y ¿Qué es tu todo? Pues tu vida misma. Ese es tu todo, ríndelo a Jesús hoy como lo hizo el niño y espera una gran multiplicación, un despliegue del poder de Dios sobre ti y los que te rodean.
Mi querida Mujer virtuosa, cuando tenemos un corazón dador, de entrega, de rendición, es ahí donde experimentamos el descanso en el cual Jesús nos hace ingresar para mostrarnos su gran poder sobre nuestras circunstancias. Mira que el pasaje dice, que Él hizo “recostar” a la gente en la hierba, ¡él los hizo recostar!
Cuando uno se recuesta es una señal de descanso, de dependencia. Mira como termina esta porción en el verso 11: “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.” Jesús va a obrar sus grandes proezas en nuestra confianza en Él. Él va a tomar lo que tengamos en las manos, lo va a poner en Sus propias manos y lo va a presentar al Padre en acción de gracias, lo cual provocará una gran multiplicación de todo lo que Dios tiene para nuestras vidas, habrá un reparto de toda la riqueza del Señor para nosotros, que es El mismo. ¡Y dice la Palabra se repartió hasta más no poder “cuanto querían” y aún que sobró! Así es nuestro Dios, el no escatima nada para atraernos a su Reino en donde no habrá más sufrimiento, ni dolor, ni espera, ni necesidad, ¡Él lo ha provisto todo!
¿Y tú, qué tienes en tus manos? ¿Estás lista para un milagro? Te dejo con esta promesa del Salmo 23
“El Señor es mi pastor; tengo todo lo que necesito. En verdes prados me deja descansar; me conduce junto a arroyos tranquilos. Él renueva mis fuerzas. Me guía por sendas correctas, y así da honra a su nombre. Aun cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan. Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones. Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre”.
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