¡Qué tal expectativa!

Por: Vivi Flores

Siempre tuve la ilusión de casarme a los 25 años, me había, por alguna razón, vislumbrado de blanco y frente al altar para decir el “sí” definitivo al que sería mi flamante esposo. Esa era la edad en la que me veía casada y lista para formar un hogar.   

Sin embargo, muchas veces nuestros planes se desvían por rumbos muy lejanos de lo que habíamos soñado. Fue justamente a esa edad en la que más sola me encontraba. En mi radar no había la posibilidad remota de un prospecto de esposo. Era una época de mi vida en la que había perdido toda ilusión de enamorarme otra vez. Aunque lo había creído así por mucho tiempo, nunca había experimentado el amor sincero, me había equivocado. Solo quedaban recuerdos y dolor.    

Pero cuando menos lo esperaba, llegó a mí el verdadero amor. Aquel amor que sanó mi herida, me transformó y preparó para convertirme en esposa. Hablo del amor de Dios. En aquella noche de sábado cuando sólo me rodeaba la tristeza y la soledad, vino a mi memoria una hermosa promesa: “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.” 1 Corintios 10:13 NVI. Y fue así que, en medio de mi tristeza clamé a Dios, y él me oyó, le pedí ayuda y fue fiel.    

Al poco tiempo, dos semanas para ser exactos, hice un viaje de vacaciones a los Estados Unidos, aún tenía 25 años… Faltando solo 3 días para regresar a mi país conocí al que hoy es mi esposo, un hombre maravilloso y completo para mí, mi talla perfecta en todas las áreas, tal y como lo necesitaba. Fue en una noche mágica, no planeada ni en mi agenda ni en la suya, pero sí en la divina. Lo curioso de todo, mi esposo me cuenta, es que no hacía mucho él también le había pedido a Dios ayuda, en su propia soledad.    

Aunque tuve que regresar a mi país y a lo mío, él vino a verme y me propuso matrimonio y así luego de tres meses nos casamos, supimos sin lugar a duda, que éramos el uno para el otro. Han transcurrido ya casi 21 años de matrimonio en donde he sido entrenada en mi rol de esposa por las promesas que Dios tiene para cada mujer.    

Cuando Dios nos creó él ya tenía en mente a la persona que sería para ti, solo tienes que clamar a El y confiar que El lo hará a su manera. Créeme mi querida Mujer Virtuosa, las formas de Dios sí son misteriosas, pero al final del día solo lo mejor nos puede ocurrir si acudimos a El como nuestra única fuente de sabiduría y guía.   

No quiero decirte con esto que somos la pareja perfecta como las de los cuentos de hadas, ni que viviremos felices comiendo perdices hasta que la muerte nos separe, pero sí te puedo asegurar que a medida que, día a día, elegimos amarnos como Dios nos ha enseñado, de una manera entregada y sin egoísmos, sin buscar lo de uno primero sino dándole el primer lugar a la otra  persona, poniendo a Dios por delante como el autor del matrimonio, hemos podido encontrar el balance y la paz que nuestras almas anhelaban en una relación duradera.    

Una de las columnas de nuestro matrimonio, sobre todo en tiempos de pruebas, ha sido el hecho de aplicar la verdad de que, Dios no es un Dios de confusión sino de paz. El nos guía para amarnos, respetarnos y honrarnos más con el transcurrir del tiempo.   

Mi deseo para ti mi querida Mujer Virtuosa es que, si no lo has hecho ya, clames a Dios con expectativa en tus horas más difíciles, las herramientas para una vida matrimonial sabia se encuentran en Su corazón y Sus deseos para ti se cumplirán.    

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