Por: Vivi Flores
Tengo una muy buena amiga que está enfrentando muchas pruebas. Ella ha sufrido el embate de las olas de la decepción, la hipocresía, la infidelidad, el engaño, el abandono y una serie de situaciones que la han dejado al borde del naufragio emocional. Hablando con ella, me doy cuenta de que necesita una sanidad sobrenatural en su alma. Alguien dijo una vez: “Nadie puede sanar aquello que no está dispuesto a admitir”. Como si una persona tuviera un cáncer al cual se rehúsa a tratar. Y es que cuando nos encontramos pasando por situaciones dolorosas, se nos nubla el entendimiento y no podemos avanzar para pedir el tan urgente socorro. Gracias a Dios que ella no está sola y que ahora se ha dado cuenta de que la única salida es dando ese paso de fe, contando con personas amigas que la aman tanto como para no dejarla sola mientras sale a flote una vez más, pero de la mano del Maestro.

Su historia me recuerda al paralítico a quien Jesús perdonó y sanó. Veamos esta maravillosa historia en el evangelio de Marcos 2:1-5: “Unos días después, cuando Jesús entró de nuevo en Capernaúm, corrió la voz de que estaba en casa. Se aglomeraron tantos que ya no quedaba sitio ni siquiera frente a la puerta, mientras él les predicaba. Entonces llegaron cuatro hombres que llevaban un paralítico. Como no podían acercarlo a Jesús por causa de la multitud, quitaron parte del techo encima de donde estaba Jesús y, luego de hacer una abertura, bajaron la camilla en la que estaba acostado el paralítico. 5 Al ver la fe de ellos Jesús dijo al paralítico: —¡Hijo, tus pecados quedan perdonados!”
¡Qué impresionante muestra de amor de estos cuatro amigos! Aunque la multitud apretaba, aunque aparentemente no había sitio, ellos aún así llevaron a su amigo inválido, completamente indefenso, desamparado y dependiente. Así a veces son las situaciones que nos dejan sin movimiento y sin avance. Pero estos amigos lo pusieron en movimiento; fue la fuerza de ellos la que lo impulsó hacia arriba y ¡a través del techo!, con el firme propósito de llevarlo ante Aquél que tenía todo el poder para sanar. Tal fue la fe de ellos para verlo restaurado, que no dudaron ni por un segundo de que lo que hacían era lo único que funcionaría para cambiar su cruda realidad.

¡Qué bendición es estar rodeados de personas que pueden ver mejor que nosotras en nuestras crisis! Personas que pueden pensar mejor que nosotras, o que pueden actuar mejor que nosotras cuando estamos totalmente bloqueadas por las duras situaciones de la vida y por el pecado. La historia de este paralítico termina con un final soñado, como el de todo aquel que pone su confianza en Jesús como el único que puede limpiar nuestras vidas. Fíjate en lo que dice el v. 5: “Al ver la fe de ellos Jesús dijo al paralítico: —¡Hijo, tus pecados quedan perdonados!”. Esto nos indica que Jesús se agrada de nuestra fe, en este caso la de los amigos, y que conoce bien el corazón humano. Primero tenía que hacer una limpieza del corazón por medio de Su perdón, es decir, lo sanó en lo espiritual antes de mostrar su poder para sanar en lo físico. A Jesús le importa nuestra eternidad, y sabe que nuestro pecado nos separa de Él. Por eso le perdonó sus pecados y luego le extendió la sanidad física. Jesús puede hacer ambas cosas porque Él es Dios.
Mi querida Mujer Virtuosa, ¿acaso hay algo imposible para Dios? Ciertamente, nada lo es. Y si estás pasando por un momento difícil, confía en Dios por aquellas personas que Él está colocando en tu vida, quienes te ayudarán a levantarte y acercarte a Jesús, el autor y el consumador de nuestra fe. Sólo Él te conoce más que tú misma; Él conoce toda la suma de nuestros pensamientos y sabe que somos polvo. Solo Él puede limpiarnos de nuestros errores y sanar nuestras heridas. No estás sola, Dios está contigo y está propiciando todas las cosas para que seas totalmente libre de tu dolor.
¡Que la sanidad que Jesús obre en ti deje a todos boquiabiertos!
Marcos 2:12: “Y el hombre se levantó, tomó su camilla enseguida y salió caminando a la vista de todos». Ellos se quedaron asombrados y comenzaron a alabar a Dios”.
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