Por: Vivi Flores
Tengo una gran pasión por la jardinería, es algo que me produce gran placer. Cuando estoy en casa me encanta fijarme si mis orquídeas tienen buena luz, si las nuevas plantas que he sembrado están “contentas” por así decirlo, con el ambiente en donde las he colocado. Amo también las hortensias, las gerberas y las dalias porque ellas me deleitan la vista con sus brillantes colores. Tengo plantas de verde follaje que florecen, como los lirios de paz y los anturios que en tiempo de primavera empiezan a dar unas flores de un color blanco apacible y rojo apasionado respectivamente. Y ni qué decir de cuando mi esposo me regala un ramo de rosas por el Día del Amor, o de la Madre o el aniversario. Wow, realmente eso me hace sentir dichosa no solo por el gesto, sino por los días en que las estaré disfrutando y cuidando para que me duren y recreen la vista hasta que se marchiten.
Una de las cosas que he aprendido cultivando esta pasión es que, la clave para su crecimiento es, no solo regarlas o echarles vitaminas, sino cortarles las hojas y ramas secas. Este tipo de cuidado no es lejano a lo que podemos aprender y aplicar de las plantas para nuestras propias almas en la Biblia. Por ejemplo en el evangelio de Juan 15:1-8 (PDT) hay una riqueza tremenda para nuestras vidas. Veamos lo que dice Jesús en Juan:
“1 Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el que la cuida. 2 Él corta todas mis ramas que no dan fruto. Poda y limpia cada rama que da fruto para que así produzca más. 3 Mi mensaje ya los ha limpiado a ustedes. 4 Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes. Ninguna rama puede dar fruto si está sola, sino que tiene que estar unida a la vid. Igual sucede con ustedes, no pueden dar fruto si no se quedan en mí. 5 Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí, y yo en él, producirá mucho fruto, pues separados de mí, ustedes no pueden hacer nada. 6 Pero el que no permanece en mí, será desechado como una rama inútil que se seca. Después se recogerán las ramas secas, se echarán al fuego y se quemarán. 7 Si ustedes permanecen en mí y son fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. 8 Ustedes darán honra a mi Padre dando mucho fruto y así demostrarán que son mis seguidores”
Jesús, es la vid verdadera, Dios Padre es quien la cuida y los seguidores de Él son las ramas. Las palabras «dar fruto” aparecen seis veces en estos ocho versículos. El dar fruto no es algo que las ramas puedan hacer aisladamente. El fruto se produce naturalmente porque la vid es verdadera y el jardinero bueno. Pero las ramas de este pasaje deben elegir permanecer o estar unidas a la vid. Esa es la clave para que demos fruto en la vida con Dios, estar pegaditas a Él sin soltarnos ni un instante, después de todo fue Él quien nos creó y quien quiere dirigirnos en sus sendas.
No damos fruto al exprimirlo de nosotros mismos, sino porque somos extensiones de la vid, podadas por el jardinero que es Dios mismo, quien quiere que seamos fructíferas y que nos sintamos atraídas hacia la unidad del Padre y del Hijo. Alguien dijo que el amor, la presencia y la poda de Dios son regalos. Pero somos nosotros quienes debemos elegir el lugar de permanencia de nuestra alma. Si queremos dar el fruto de Jesús, entonces debemos elegir permanecer en Él, lo cual significa permanecer en su amor (Juan 15:9) y permanecer reconociendo Su presencia transformadora en nuestros corazones.
Amada Mujer Virtuosa si estás cansada de luchar en tus fuerzas, o de hacer cosas sin ningún resultado duradero toma en cuenta lo que Jesús dice en el verso 5b “…pues separados de mí, ustedes no pueden hacer nada”. Te invito a tomar la decisión de aceptar y permanecer en Jesús, la vid verdadera. Te invito a que hoy sea el día en que decidas ser una rama útil que da mucho fruto y que deleita a Dios con su deseo de vivir unida a Él.
Te dejo con esta promesa del Salmo 91:1 “El que habita a la sombra del Altísimo, se acoge a la protección del Todopoderoso.”
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