Por: Vivi Flores
Hace poco regresé de un retiro espiritual llamado “Levántate y Sé Valiente”. Fue un fin de semana en el que fuimos animadas a levantarnos a pesar de los momentos difíciles y retos que muchas enfrentamos. Salimos de allí con la seguridad de que Dios nos fortalece y nos da valentía en nuestra alma para continuar en la carrera de la vida sirviéndole.
En el evangelio de Lucas vemos a una mujer cuyo testimonio de fe y valentía, que ciertamente me continúa inspirando en mi diario vivir. Leamos, Lucas 8:1-3 “Los días siguientes, Jesús fue por muchos pueblos y ciudades anunciando las buenas noticias del reino de Dios. Con Jesús andaban también sus doce discípulos y muchas mujeres. Estas mujeres ayudaban con dinero a Jesús y a sus discípulos. A algunas de ellas, Jesús las había sanado de diferentes enfermedades y de los espíritus malos. Entre esas mujeres estaba María, a la que llamaban Magdalena, que antes había tenido siete demonios. También estaban Juana y Susana. Juana era la esposa de Cuza, el administrador del rey Herodes Antipas.” (TLA)
Juana era una mujer rica, acostumbrada a una atmósfera de aristocracia y placeres. Uno no vivía en las cortes de Herodes Antipas sin aprender a navegar por las poderosas corrientes de intriga que giraban continuamente alrededor de su trono. Ella estaba casada con Cuza, el administrador de las vastas fincas de Herodes.
Juana, fue alguien a quien Jesús sanó de alguna enfermedad espiritual o física. Qué tremenda ha de haber sido esa sanidad, que en gratitud la llevó a estar entre el grupo de mujeres que viajaban con Jesús y sus discípulos. Juana, dice la Biblia, apoyó el ministerio con sus propios recursos, y estuvo presente en la Resurrección junto con María Magdalena y María, la madre de Santiago (Lucas 24:10).
Lo que más me impacta de esta mujer es que a ella no le importó dejar una vida de lujos y placeres con tal de ayudar en el sostenimiento del ministerio de Jesús. Ella y las otras mujeres valientes se unieron al Señor y a sus discípulos para “servirles”. Para Juana el servir al Señor llegó a ser lo más precioso. El dar de sus recursos personales y dejarlo todo habla de su entrega total. No importaba que su marido sirviera a un hombre que había humillado a Cristo; Juana sabía a quién pertenecía su lealtad. A pesar de haberse codeado con los círculos sociales más altos, ahora ella se convirtió en parte del círculo íntimo de los seguidores de Jesús, el Rey de Reyes. ¡Qué privilegio!
Se necesita valentía como la de Juana para entregarse en respuesta al gran amor de Dios. Jesús es el motivo por el que celebramos la Navidad. Los sabios de oriente se postraron ante Jesús y le trajeron regalos, Juana le honró con sus bienes y su vida sin escatimar su posición social. Eso no la detuvo, su riqueza no era de este mundo, si no del cielo.
Y tú mi querida Mujer Virtuosa, así como Juana, ¿Le entregarás tu vida hoy al Rey Jesús? Él vino a este mundo para darse a sí mismo como un sacrificio para perdonar nuestros pecados. Él es el gran ejemplo de generosidad y entrega. Él lo dio todo por ti, dio su propia vida. Te animo para que en este tiempo de Navidad te rindas ante el Rey de reyes y le honres ¡con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas!
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