Los procesos: dando fruto por medio de ellos

Por: Vivi Flores

Cuando aún era una adolescente y estaba cursando la secundaria, recuerdo que tuve una maestra de Lengua y Literatura súper estricta en cuanto a la correcta utilización de las reglas ortográficas y gramaticales, así como de las figuras literarias a la hora de presentarle nuestros trabajos escritos. Debo confesar que cada vez que tocaba su clase me ponía muy nerviosa y ansiosa.

Conforme pasaron los años fui conociendo y adaptándome mejor a su metodología y esto hizo que poco a poco me sintiera más cómoda con su forma de enseñanza al punto de ni tener que pensarlo mucho para aplicar dichas reglas. En realidad, ahora me doy cuenta que no era tanto que me hubiera sentido cómoda, sino que al mejorar y dominarlas motivó a que tuviera mucha más confianza en mí misma y un profundo sentido de logro, no solo a la hora de redactar los ensayos sino también a la hora de dar y aprobar los exámenes que ella nos exigía.

Un entrenador vocal una vez dijo: “La práctica no necesariamente provoca la perfección, pero sí la mejoría”. Mientras más me exponía a la lengua española, más me daba cuenta de sus matices y de su riqueza.

Lo mismo es verdad a la hora de ser valientes para enfrentar los engorrosos, pesados, e intimidantes procesos de la vida. Cuando estamos en medio del “horno de la prueba” sentimos que nos quemamos, que quisiéramos salirnos de allí para no tener que enfrentarlo o soportarlo. Todo esto porque no nos damos cuenta de que al final saldremos mejor que como entramos.

Dios sabe esto muy bien. En Juan 12:24 Jesús nos recuerda lo siguiente: “Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.” Tenemos que pasar por lo no deseado para poder cosechar lo anhelado. Si no lo hacemos no nos podremos gozar del fruto cuando la cosecha llegue. Pero hace falta el “morir”, morir a uno mismo, morir a nuestros miedos, morir a nuestro yo.

Nosotros somos ese grano de trigo muriendo día a día en la tierra fértil de la voluntad de Dios. Solo toma creer que daremos mucho fruto a pesar de la oscuridad en la que el grano muere. Porque mi querida mujer virtuosa, es sólo al final del proceso que podemos celebrar y ver resultados.

Aquella maestra que yo consideraba estricta nunca supo el alcance que su metodología y dedicación tendrían, en mi vida, ella sólo siguió enseñando y perseverando. Ahora puedo decir que fue gracias a ella que puedo hacer lo que hoy en día hago. Su entrega me ha permitido trabajar con el idioma español desde hace ya muchos años. Puedo escribir para esta revista, puedo corregir y editar escritos de otros y lo mejor de todo, puedo deleitarme a la hora de leer una buena obra literaria. Aunque al principio renegué, me quejé, critiqué, ahora me doy cuenta que todo era para mi bien.

Los procesos son para abrazar y no para rechazar. Los procesos nos agudizan las destrezas, y al final nos hacen brillar. Por eso cada vez que te sientas incómoda, recuerda que eso es solo la excusa para que puedas dar fruto más adelante en tu vida. Sigue como una mujer valiente esforzándote y siendo agradecida por las personas que Dios use en tu vida para sacar lo mejor de ti.

Les dejo con una promesa de Jesús para que apegadas al Señor lleven mucho fruto para hacer todo lo que El ha preparado para sus vidas, la encontramos en Juan 15:4-5 “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Pues una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí. Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.”

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