“Bendita Fuerza de Voluntad”

Por: Alba Menoni de Domínguez

Seguramente habrán escuchado que ciertas personas tienen más fuerza de voluntad que otras.  Muchos de nosotros lamentamos nuestra falta de fuerza de voluntad y de autocontrol como nuestro mayor obstáculo a la hora de cambiar de hábitos. En teoría, con más fuerza de voluntad conseguimos comer mejor, hacer ejercicio de forma regular, mantenernos lejos del tabaco, el alcohol o cualquier otra droga…

Está claro que la fuerza de voluntad es un componente necesario de una alimentación sana. En un ambiente en el que hay opciones no saludables (y tentadoras) por todas partes, es probable que resistir la tentación lleve a un agotamiento de la fuerza de voluntad y termina por desgastar hasta la más firme convicción. Sin embargo el comer en exceso es un comportamiento complejo que se basa en numerosos factores psicológicos y neurológicos. Como resultado de ello, la fuerza de voluntad es un tema controversial cuando se trata de hablar de tratamientos para el sobrepeso y la obesidad.

¿Cómo desarrollar la fuerza de voluntad?

El tema de la voluntad es un proceso psicológico, que se debe trabajar con constancia, no es algo con lo que nacemos. Es un tema educativo, que se desarrolla con el tiempo, por esto es necesario constancia.

Podemos empezar por inculcar a nuestros hijos este valor con pequeñas acciones como: Cuando tu hijo quiera salir a jugar debe terminar primero sus tareas, establece responsabilidades en casa, no le resuelvas todas sus dificultades, tú debes estar ahí como un orientador y ten en cuenta que tú eres su ejemplo, evita las palabras negativas cuando algo te salga mal y demuéstrale que la voluntad es necesaria para lograr distintos objetivos.

Ahora bien, en nosotros como adultos qué técnicas podemos aplicar para reforzar el autocontrol, como: Evitar la tentación, otra técnica útil es la que en psicología se llama «implementación de intenciones» que consiste en desarrollar estrategias para los momentos en que pueda flaquear la fuerza de voluntad, como por ejemplo: «Si alguien me ofrece una galleta de chocolate, me comeré un chicle». Por último, si tenemos en cuenta la relación entre fuerza de voluntad y glucosa, puede ser de ayuda consumir con frecuencia pequeñas cantidades de alimentos ricos en azúcares. Pero ojo, no de azúcares añadidos, sino azúcares naturalmente presentes en los alimentos, como la fructosa o la lactosa entre otros.

Es la fuerza de voluntad la que controla nuestras acciones y emociones, pero nuestra voluntad está alimentada por algo más poderoso. Podemos pensar en nuestra alma como un tren, y la voluntad es el motor. Dondequiera que vaya el motor, va el tren. La locomotora tira de los vagones de experiencias, percepciones, necesidades, motivaciones y acciones. Pero justo detrás de la locomotora está el vagón de combustible. Sin combustible, el poderoso motor no puede moverse. Antes de rendirnos a Dios, lo que alimenta nuestra voluntad son las pasiones, los hábitos, las opiniones, los impulsos alimentan continuamente nuestra voluntad, y ésta va a donde ellos la dirigen (Romanos 8:8). No obstante, cuando nos sometemos a Dios, cambiamos los vagones de combustible. El Espíritu Santo reemplaza al yo en nuestro «vagón de combustible», y Su poder nos permite ir a donde Él quiere que vayamos.

Te invito a escribirme para que me cuentes tu experiencia a fin de compartirla con otras mujeres que como tú y como yo buscamos ser cada día más hermosas integralmente de adentro hacia afuera… ¡Para toda la vida!!

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Alba Menoni de Domínguez

Coach de Salud Especialista en Nutrición y Fitness
amenonihealthcoach.com

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