Por: Ledif Torres.
Muchísimas veces escuchamos a las mamás quejándose desesperadas diciendo “mi hijo solo deja de llorar cuando está en mis brazos”. ¿Por qué creemos que un bebé que pide brazos es un bebé con problemas o es una madre que está haciendo algo mal? Es necesario que cambiemos los cristales con los que vemos el llanto de los bebés ya que en nuestras culturas nos han enseñado por generaciones que un bebé que llora es malcriado o manipulador, y esto no es más que un grave error.
Cada vez más son las investigaciones que demuestran que el bebé está programado para la supervivencia y desde el principio de la gestación se está preparando para ella, y el llanto no es mas que un mecanismo biológico y efectivo de supervivencia.
La doctora Carmela Baeza lo explica así en su libro Amar con los brazos abiertos:
«Las crías humanas necesitan dos cosas para sobrevivir tras el nacimiento: comer y estar vinculado a un adulto que lo cuide. Si logra esto, saldrá adelante. Así que la Naturaleza diseña al bebé para que sea capaz de lograr ambas cosas»
Pero seamos sinceros, ¿Cuántos bebés al nacer reciben lo que esperan y necesitan? En la mayoría de las instituciones médicas los bebés son separados de sus madres inmediatamente después del parto. La razón que dan es que hay que revisarlos, pesarlos, medirlos y hacerles estudios.
En algunos casos se han demorado hasta 24 horas para volver a juntar al bebé sano con su madre. Vamos a imaginarlo por un momento. El bebé sólo conoce el ambiente del vientre de la madre, un lugar cálido, oscuro, donde se mueve al ritmo de ella, la escucha siempre que habla y donde puede comer cada vez que tenga hambre. Entonces ocurre el nacimiento y en unos minutos su mundo ha cambiado completamente. Ahora tiene manos encima que lo revisan y le toman fotos para la familia, está arropado en una manta sin poder siquiera mover las manos y los pies. Y lo más triste es que está solo.
¿Cómo nos sentiríamos nosotros? Estoy segura que en algún momento hemos pasado por alguna situación que nos haya hecho sentir fatal. La diferencia es que siendo adultos contamos con herramientas para gestionar nuestras emociones. En el caso del bebé, ¿qué puede hacer? ¡Llorar! Sí, lo único que sabe hacer un bebé recién nacido para comunicar lo que siente, es llorar.
Lo que quiero mostrar aquí es que un bebé que llora no es sinónimo de enfermedad o malcriadez, ni tampoco es que siempre tiene hambre. Un bebé que llora nos está diciendo que necesita algo, que está asustado, que no se siente seguro, que QUIERE los brazos de mamá para calmarse. Y todo esto es completamente natural.
El abrazo, el calor, el aliento, la palabra, el cobijo y la mirada que le ofrecemos a cada bebé, a cada niño, a cada persona, no sólo son parte del alimento que todos queremos recibir sino que son indispensables para crecer sanos y fuertes emocionalmente.
Vamos a darnos la oportunidad de ver el llanto de nuestros pequeños como la señal más preciada que podemos recibir para conocerlos, conectar con sus necesidades y ayudarles a llevar el día a día de la forma más amena posible.
¿Te animas?