Por: Héctor Estrada Parada
Tigrecervantes.blogspot.com
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No pretendemos desmerecer el trabajo de los varones, pero sí, subrayar el notable trabajo de las mujeres para destacar su importancia. Si no lo hacemos, la historia estará incompleta y malinterpretada. No es que las mujeres no fueran parte de la formación intelectual y activista, de los movimientos dedicados a transformar el desarrollo de la humanidad, sino que en gran parte, lo han hecho de manera distinta.
El amor romántico parte de la premisa de que somos una parte y necesitamos encontrar nuestra otra mitad para sentirnos completos. Muchas veces ocurre, hasta un proceso de despersonalización que, históricamente ha alcanzado y afectado más a la mujer. Ella abandonó ─hasta la primera mitad del siglo XX─ sus características, para amalgamarse al proyecto masculino.
La palabra de orden de esta era es asociación. Gracias a la mujer, estamos cambiando el amor de necesidad, por el amor de deseo. Me gusta y deseo la compañía, pero no la necesito, lo que es muy diferente. El avance tecnológico exige más tiempo individual – el computador personal, el teléfono móvil– las mujeres están perdiendo el miedo a estar solas y aprendiendo a vivir mejor consigo mismas. Ellas están comenzando a darse cuenta que se sienten parte, pero son enteras. El otro, con el cual se establece un vínculo, también se siente una parte. No es el príncipe azul o salvador de ninguna cosa, es solamente un compañero de viaje, y el objetivo es que sea un viaje placentero y agradable. Ha sonado el clarín, para que terminemos de darle a nuestras reinas, el sitial que merecen.