MATERNIDAD EN TIEMPOS DIGITALES

Una palabra de aliento para la generación de madres-maestras en casa

Por: Vivi Flores

Recuerdo que en el número de octubre-noviembre 2019 de Mujer Magazine les compartí acerca de cómo Dios me había enseñado a ser agradecida en TODA circunstancia en medio de mi aflicción al no poder tener niños. Meditando en esto, me di cuenta que una de las cosas que he aprendido a agradecer viviendo en medio de la pandemia, es el hecho de haber podido redefinir mis prioridades en lo que respecta a mis tan anhelados hijos.

Antes de la pandemia, cada uno tenía sus agendas definidas, apenas los niños salieran de la casa para ir a la escuela, todas sabíamos lo que habríamos de hacer durante el día, a donde iríamos, qué proyectos terminaríamos antes de que los niños llegaran de la escuela. Pero hoy en día, como madres en estos tiempos donde todo está ocurriendo prácticamente bajo el mismo techo, nos hemos visto en la necesidad de, no sólo tener que transformar nuestras agendas, sino nuestros propios corazones…

La maternidad es el llamado más alto que cualquier profesión que podamos desarrollar en la tierra, porque implica ya no vivir sólo para nosotras, como cuando éramos solteras, sino que ellos dependen totalmente de nuestra responsabilidad y aún abnegación para con sus vidas. El ser mamá nos pule el carácter, al ver nuestros planes individuales “interrumpidos” para cumplir la labor de equiparlos y nutrirlos en todo sentido.

Veámoslo de esta forma, en este tiempo sin precedentes muchas de nosotras nos convertimos sin haberlo planeado, en “la” generación de madres a quienes Dios ha concedido el gran privilegio de experimentarlo, no como antes lo hacíamos (luego del trabajo) sino, para la gran mayoría alrededor del mundo, literalmente ¡las 24 horas del día! Tal como en tiempos pasados, cuando las madres eran las maestras también ¡Qué tiempos locos estos! pero a la vez muy oportunos si consideramos que hemos sido las escogidas para tal asignación.

Cuando se nos encomienda una tarea que representa un gran reto nos enfrentamos generalmente a dos opciones: asumirla con expectativa o quejarnos con amargura. Mi querida Mujer Virtuosa, así como encontré ánimo en Dios para “rediseñar” mis días, quiero animarte a encontrar esas fuerzas y aún expectativas en la capacidad con la que Dios te creó cuando te concedió el gran regalo de la maternidad.

Se nos ha hecho creer que no seremos aptas para la tarea, pero quiero decirte que ese regalo vino también dentro del paquete. Este es nuestro tiempo de influenciar aún más de cerca la vida de nuestros hijos, ya que no estamos compitiendo con la presión grupal que ellos experimentan al salir de casa, los podemos preparar mejor para socializar y abogar por sí mismos en medio de la incertidumbre. Podemos ver el vaso mitad lleno o mitad vacío, ¡yo elegí verlo mitad lleno!

Toda esta “nueva normalidad” me recuerda al reto de hablar o quedarse callada que tuvo que enfrentar la reina Ester, en un tiempo crucial cuando su pueblo judío había sido sentenciado a muerte a causa de un edicto para aniquilarlos. Nadie, ni siquiera ella, debía presentarse ante el rey sin ser invitado porque ello acarrearía su muerte, a menos que éste le extendiera su cetro de oro, lo cual significaba que era bienvenido.

Cuando Ester se entera del edicto, convoca a su pueblo a ayunar por tres días, luego de los cuales se presentaría sin ser invitada ante el rey para interceder por ellos. Su primo y mentor Mardoqueo le había hablado animándola y retándola en su asignación y propósito como reina judía en un país extranjero: ​ “No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; más tú y la casa de tu padre pereceréis. ​ ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?”.

Y quién sabe si para esta hora, nosotras como madres hemos llegado a este tiempo, para esta hermosa y a la vez difícil tarea. Amada, no sé qué has decidido hacer tú en la zona en donde vives, a medida que las escuelas abren y la gente regresa a sus trabajos, pero sea cual sea tu decisión recuerda que nuestros hijos son una herencia de Dios encomendados a nosotras, no a nadie más, por un periodo corto de tiempo para instruirlos, influenciarlos y equiparlos con todas las herramientas para ellos tener éxito en el propósito por el cual Dios les creó.

Abracemos el reto como mujeres fuertes que somos, creyendo y confiando que Dios sigue siendo soberano y tiene los mejores planes para nuestra vida si le creemos y nos entregamos a Él con todo el corazón. Te dejo con esta hermosa promesa del Salmo 138:8 para que la abraces cómo mamá, dice así: ​ “​SEÑOR, tú cumplirás lo que has prometido hacer para mí. ​​SEÑOR, tu fiel amor es para siempre; por eso sé que no abandonarás a quienes tú mismo creaste”.

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