No puede ser… Mi hijo ya es adolescente.

Por: Elimar Asuaje

“Mi hija apenas tiene 9 años y ya no quiere andar conmigo”

“Estoy perdiendo la paciencia muy rápido con las actitudes de mi hijo de 11 años”

Sí, mamás y papás, las manifestaciones de individualidad e independencia comienzan en las niñas más temprano que en el varón. Y es justo allí cuando sentimos que nuestros hijos nos quieren menos que antes, es allí cuando llega a nosotros la alerta de los grandes mitos y leyendas de la tan temida época de la adolescencia.

El niño ya no quiere estar tan cerca de la familia, se aísla en sus dispositivos móviles, puede pasar el día entero hablando con sus amigos y apenas acaba de dejar de verlos en la escuela, quiere vestirse diferente, cambia su forma de hablar, contesta de vez en cuando de forma rebelde. ¡Oh por Dios! cuántos cambios en tan poco tiempo, ¿Qué hago?, ¿Cómo puedo ayudarlo?, ¿Necesito estar más cerca de él?

Todas esas preguntas y miedos surgen justo cuando como padres, lo que verdaderamente necesitamos es recordar cómo nos sentíamos en nuestra época de adolescente, cuántas cosas comenzaron a cambiar en nuestra forma de pensar, qué deseábamos hacer, sobre todo y lo repito a propósito ¿Cómo nos sentíamos?

Tengamos presente, que ésta es solo una etapa, y que nuestro mayor trabajo como padres es ser flexibles y adaptarnos a cada una de las fases de la crianza, siempre cuidando el mantenimiento de los valores esenciales de la familia y los límites.

Los adolescentes viven intensos cambios físicos, fisiológicos y psicológicos que los hacen estar muy confundidos, sentirse vulnerables y en muchas ocasiones no saber cómo actuar y qué hacer. Lo que más van a necesitar es un guía amoroso pero firme. Va a necesitar a sus padres, no a dos amigos más, porque créanme “amigos” le sobran.

Hay una frase que cita que los padres de adolescentes debemos convertirnos en grandes y muy buenos detectives con la precisión de un cirujano cerebral. Poder estar pendientes de sus cosas sin invadir su espacio, sin asecharles demasiado, ser empáticos y buscar ocasiones propicias para el diálogo sin imponerlo. Deja de preocuparte por lo que tú como padre sientes y comienza a volverte un estratega para salir lo más victorioso posible con tus hijos de este confuso período.

El adolescente comienza a ver y a enfrentarse con sus cambios físicos y siente que todo en su vida comienza a cambiar, desea ser responsable de sí mismo, pero, aunque él no lo sepa, aún no cuenta con las capacidades cerebrales para hacerlo. Aún necesita tu guía sólo que ya no la pedirá, pero te estará observando, necesita saber que estas allí y que cuenta contigo.

En esta etapa a los papás nos queda muy bien el dicho de “calladitos nos vemos más bonitos”. Calladitos pero atentos, empáticos, comprensivos y reales. Reales: contar de vez en cuando como fuimos en realidad, porque para nuestros hijos nosotros los padres nunca nos fugamos de una clase, nunca sacamos una mala calificación, nunca tuvimos un novio a escondidas, ¡Error! No somos perfectos, el ser los padres no nos hace perfectos, por el contrario, es mucho más positivo ser reales y comprensivos. Buscar ayuda de expertos si es necesario para apoyarnos nosotros, no para hacerlos sentir a ellos que desde el comienzo están mal, porque no es así, simplemente son Adolescentes.

En mi trabajo como coach de familia la conclusión más valiosa ha sido siempre que la paciencia y el amor serán las mejores herramientas para soportar y triunfar la etapa de la adolescencia, razona y date cuenta de que tú necesidad es la misma que la de tus hijos, ser amado y sentirse valioso el uno para el otro, sólo que como padre tú cuentas con la madurez necesaria para comprender. Él y ella no necesitan ser juzgados, criticados, comparados con los hijos de tus amigos. Ellos necesitan ser ellos y que tú los ames ya sea que lleguen como campeones o de últimos en la carrera. 

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